Esporrín Sanclemente, en estas más de 40 obras que expone,  nos propone un juego de instrospección  con su pintura, hecha de contemplación en clave de naturaleza, para viajar por paisajes vividos a los que hace suyos merced a  pincelas llenas de luz y  apasionamiento. Pilar crea espacios porque domina la perspectiva, en sus marinas, en sus riberas,  en sus frondas y montañas,   y presiente la vida que cobijan dejándose llevar por el animal al que hace protagonista del paisaje en íntimos detalles. Su evocación  de la vida  animal es paralela a lo vegetal  y mineral en una simbiosis que viene a conformar unos muy personales  escenarios por los que encontrar a sus actores, a la vez que contarnos la historia que guardan los instantes. Dos sendas excepciones, sin embargo, dan a la figura humana la interrelación con las otras formas de vida.

    Pilar, de pronto, en su dinámica vital, centra su mirada en un paisaje carnal y abre el espejo donde reconocernos en el destello de inteligencia de unos ojos bovinos.  Sus ovejas, actores indiscutibles del paisaje, nos miran desde la tela con ironía y parecen decirnos  que no somos tan diferentes, animales al fin. Las retrata con un lenguaje cargado de simbolismo en el que  ser no necesita de apariencias. La pintora introduce un fuerte sentimiento vitalista en la construcción de un universo que define al  Ser con  ser, libre de denominaciones, habitantes todos de un mismo planeta, códigos binarios de la evolución.

   Una exposición con dos planteamientos estéticos complementarios que hablan de vida y reflexión.

                                                                                                       Eugenio Mateo Otto

                                                                                                         Galerista y escritor